Voluntad de poder y eterno retorno
Voluntad – así se llama la que libera y trae alegría: ¡así os enseñé, amigos míos! Mas ahora aprended esto otro: la voluntad misma todavía es un prisionero.
El querer libera: pero ¿cómo se llama aquello que todavía encadena también al libertador?
«Fue»: así se llama el rechinar de dientes y la más solitaria aflicción de la voluntad. Impotente contra lo hecho – es la voluntad un malvado espectador de todo lo pasado.
La voluntad no puede querer hacia atrás; el que no pueda quebrantar el tiempo ni la voracidad del tiempo – ésa es la más solitaria aflicción de la voluntad.
El querer libera: ¿qué inventa el querer mismo para librarse de su aflicción y burlarse de su calabozo?
¡Ay, un necio deviene todo prisionero! Neciamente se redime también a sí misma la voluntad prisionera.
Que el tiempo no corra hacia atrás, ése es su rencor; «lo que fue» – así se llama la piedra que ella no puede remover.
Y así ella remueve piedras por rencor y por rabia, y toma venganza en aquello que no siente, igual que ella, rencor y rabia.
Así la voluntad, el libertador, devino un autor de dolores: y en todo lo que puede sufrir toma venganza de no poder ella volver atrás.
Esto, sí, esto solo es la venganza misma: la repugnancia de la voluntad frente al tiempo y su «fue». En verdad, una gran necedad habita en nuestra voluntad;
¡y el que esa necedad aprendiese el espíritu devino maldición para todo lo humano!
El espíritu de la venganza: amigos míos, esto fue hasta ahora el mejor reflexionar de los hombres; y donde había sufrimiento, allí debía haber siempre castigo.
Y es que «castigo» se llama a sí misma la venganza: con una palabra embustera finge hipócritamente ante sí una buena conciencia.
Y como en el que quiere hay el sufrimiento de no poder querer hacia atrás _entonces el querer mismo y toda vida debían – ¡ser castigo!
Y ahora se ha acumulado nube tras nube sobre el espíritu: hasta que al fin la demencia predicó: «¡Todo perece, por ello todo es digno de perecer!».
«Y esto es la justicia misma, aquella ley del tiempo según la cual tiene éste que devorar a sus propios hijos»: así predicó la demencia.
«Las cosas están ordenadas moralmente conforme a derecho y castigo. Oh, ¿dónde está la redención del río de las cosas y del castigo «existencia»?» Así predicó la demencia.
«¿Puede haber redención si existe un derecho eterno? ¡Ay, irremovible es la piedra «fue»: eternos tienen que ser también todos los castigos!»
Así predicó la demencia. «Ningún acto puede ser aniquilado: ¡cómo podría ser deshecho por el castigo! Esto, esto es lo eterno en el castigo «existencia», ¡que también la existencia tiene que volver a ser eternamente acto y culpa!
A no ser que la voluntad se redima al fin a sí misma y el querer se convierta en no-querer -»: ¡pero vosotros conocéis, hermanos míos, esta cantilena de fábula de la demencia!
Yo os aparté de todas esas cantilenas de fábula cuando os enseñé: «La voluntad es un creador».
Todo «fue» es un fragmento, un enigma, un espantoso azar – hasta que la voluntad creadora diga a esto: «¡Pero así lo quiero yo! ¡Así lo querré yo!»
¿Pero habló ya ella así? ¿Y cuándo ocurrirá esto? ¿Se ha desuncido ya la voluntad del yugo de su propia estupidez? ¿Se ha convertido ya la voluntad para sí misma en la que libera y trae alegría? ¿Ha desaprendido el espíritu de venganza y todo rechinar de dientes?
¿Y quién le ha enseñado a ella la reconciliación con el tiempo, y cosas más altas que toda reconciliación?
Cosas más altas que toda reconciliación tiene que querer la voluntad que es voluntad de poder -: sin embargo, ¿cómo le ocurre esto? ¿Quién le enseñó aun el querer hacia atrás?»

Créditos
[icon name='user-md' title='Autore'] • Friedrich Nietzsche •
 [icon name='info-circle' title='Info'] • De la redención •