– Entonces el hombre tiene un lado que es el mal – dije, jubiloso -. Usted siempre lo negó. Siempre dice que el mal no existe, que sólo existe el poder.
Me sorprendí a mí mismo con tal arrebato: en un solo instante toda mi crianza católica se había apoderado de mí y el Príncipe de las Tinieblas creció a tamaño descomunal.
Don Juan rió hasta acabar tosiendo.
– Claro que tenemos un lado oscuro – dijo -. Matamos por capricho, ¿no es cierto? Quemamos gente en el nombre de Dios. Nos destruimos a nosotros mismos; aniquilamos la vida en este planeta; destruimos la tierra. Y luego nos ponemos un hábito y el Señor nos habla directamente. ¿Y qué nos dice el Señor? Nos dice que sino nos portamos bien nos va a castigar. El Señor lleva siglos amenazándonos sin que las cosas cambien. Y no porque exista el mal, sino porque somos estúpidos. El hombre si que tiene un lado oscuro, que se llama estupidez.
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