Nuestra existencia se parece a un partido de tenis, pero solo con dos tiros: aquel que lleva a la vida y el otro a la muerte.
Son bellos los partidos que se juegan hasta el último set.
Los jugadores se equiparan y el espectáculo está asegurado.
A veces sucede que el público apuesta por uno de los jugadores: nada de mal. Pero si el público decide que se le debe quitar la raqueta al otro jugador entonces no se puede seguir jugando, no hay un vencedor, sólo un perdedor: el público.

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