Esencia afirmativa de la voluntad de poder
Ansia de dominio: látigo incandescente de los más duros entre los duros de corazón; cruel martirio reservado al más cruel; sombría llama de piras vivientes.
Ansia de dominio: maligna traba impuesta a los pueblos más vanidosos; la que se burla de toda virtud incierta; la que cabalga todos los corceles y todos los orgullos.
Ansia de dominio: terremoto que quiebra y revienta todo lo caduco y corroído; la que se abalanza rugiente y castiga dora, rompiendo en pedazos los sepulcros blanqueados; signo de interrogación fulminante junto a respuestas prematuras.
Ansia de dominio: ante cuya mirada el hombre se arrastra y se encoge y se humilla, rebajándose por debajo de la serpiente y del cerdo – hasta que al fin desde él se eleva el gran desprecio gritando. –
Ansia de dominio: terrible maestra del gran desprecio, que predica a la cara de ciudades y de imperios «¡Tú, largo de aquí!» _ hasta que de ellos mismos se eleva este grito «¡largo conmigo!»
Ansia de dominio: la que, sin embargo, seductora, también asciende hasta los puros y solitarios y escala a alturas que se bastan a sí mismas, ardiente como un amor que pinta seductoramente purpúreas bienaventuranzas en los cielos terrenos.
Ansia de dominio: ¡mas quién llamaría ansia a que lo alto descienda a apetecer el poder! ¡En verdad, nada malsano ni ansioso hay en tal apetecer y descender!
El que la solitaria altura no se aísle eternamente en sole dad y autosuficiencia; el que la montaña descienda al valle y los vientos de la altura a las hondonadas: –
¡Oh, quién pudiera encontrar el nombre de pila y de virtud apropiados para este anhelo! «Virtud que hace regalos» – este nombre dio Zaratustra en otro tiempo a lo innhrable.

Créditos
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