No resulta verosímil. Esa risa insolente y victoriosa y eses saltos que denotan la afición a lo teatral son claros y alegres, todo ser sano tiende a multiplicarse. Además, los tristes tienen dos motivos para estarlo: ignoran o esperan. Él sabe y no espera. No se comprende bien el Don Juan sino refiriéndose a lo que simboliza vulgarmente: un seductor corriente. Él es un seductor ordinario, con la diferencia de que es consciente de ello. Seducir es su estado. Lo que Don Juan pone en práctica es la ética de la cantidad, y no la calidad, tal y como lo predica el santo. El tiempo marcha junto a él, puesto que recorre, estruja y quema rostros ardientes y maravillados, a la par que rechaza la añoranza hacia lo vivido.
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