En 2012 se estrenó la película Django sin cadenas, escrita y dirigida por Quentin Tarantino. Es una violenta película sobre la esclavitud que ganó dos Oscar de la Academia.
El actor Samuel L. Jackson interpreta allí a Stephen, el mayordomo negro del amo blanco, mister Calvin J Candie (Leonardo DiCaprio). Un mayordomo negro que no sólo odia a la gente de su raza, sino que se cree blanco, rubio y de ojos azules. Stephen no tiene apellido, pero está convencido de pertenecer a la familia Candie. Y como al amo blanco le conviene deja que Stephen se crea un Candie.
En tiempos donde los esclavos no podían andar a caballo, hay una escena en la película donde Stephen se enfurece al ver llegar a un hombre negro montado a caballo. Y se enfurece más que sus amos blancos.
Ese es el síndrome Stephen Candie.
El síndrome de aquellos que defienden los privilegios del patrón, más que el mismo patrón. Sobran jefes, capataces, capangas, rompehuelgas, alcahuetes, carneros, sirvientes, vigilantes, policías represores, rastreros, chupamedias, arrastrados y lameculos con este síndrome en la clase trabajadora.
Usted los conoce… Los ha visto cuando el patrón aparece en escena y con un trotecito servil, corren a saludar a su eminencia. Y lo secundan sonriendo por la fábrica, la empresa, el campo, el edificio en construcción. Y son felices si el patrón amaneció contento ese día. Tan felices que, si los Stephen tuvieran cola, la agitarían como un perro.
Traidores a la clase trabajadora, son ellos, los Stephen los que denuncian y despiden a los obreros que se quieren sindicalizar.
Son ellos, los que controlan hasta los minutos que tardan las obreras en ir al baño a orinar. Son ellos los que piden trabajadores inmigrantes porque son más baratos y fáciles de humillar y explotar.
Usted conoce a los Stephen Candie.
Son los que vuelven a casa y a la hora de cenar, con una sonrisa llena de satisfacción, como si fuera lo mejor que les pasó en el día, suspiran y dicen: “Andaba muy contento mi patrón hoy…
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