El existencialismo (filosofía de la existencia) es aquella corriente de pensamiento que nace en Europa hacia el 1930 gracias al aporte de Heidegger (que no aceptó que se colocara dentro del movimiento), Jaspers y Sartre, exponentes de punta de un amplio movimiento filosófico.

El devenir
La existencia del cual se ocupa el existencialismo tiene un significado específico: la existencia es un fluir o devenir, de acuerdo con la definición de Heidegger es ex-sistencia (“no permanencia“), o que está sujeto a cambios continuos y a una continua proyección hacia lo que aún no es.

La existencia se revela un lugar dinámico y fuido por excelencia; si a lo largo de la historia filosófica la existencia ha sido entendida como un lugar de la esencia estable de la cual se compone todos los hombres y todas las cosas, por existencialismo, el carácter de la existencia es aquella de tener dentro de sí el cambio continuo de las sustancias que componen las cosas y los hombres. También según lo expuesto por Heidegger, el hombre tiene siempre que ser su ser, a saber, la existencia no es una substancia estable, si no que es la forma en que el hombre decide, por sí mismo, qué forma debe tomar su ser. La existencia es por lo tanto para el existencialismo la condición propia del hombre que vive el dinamismo de la realidad no sólo en su propia conciencia, sino también en su propio ser (ser es, de hecho, la desintegración de la existencia en el tiempo).

Así como no tiene una esencia inmutable, la existencia se revela como posibilidad libre y abierta, el lugar donde cualquier cosa puede suceder sin la posibilidad de predicción. El carácter radicalmente mutable de la existencia es por tanto la negación más radical del episteme, o sistema filosófico que explica en modo cierto e incontrovertible todos los aspectos de los acontecimientos: la existencia es un fluir, y el fluir es lo que se opone a cualquier posibilidad de concebir la realidad como un conjunto de hechos que pueden ser determinados por cualquier ley.

Fuertes son las deudas del existencialismo hacia pensadores como Kierkegaard y Nietzsche, al igual que hacia la fenomenología de Husserl. Si de la fenomenología se toma el nuevo sentido de la realidad, o la decisión de acoger como la base de la indagen filosófica los datos aparentes en su fluidez y dentro de sus límites, hacia Kierkegaard y Nietzsche el existencialismo hereda la afirmación que el fluir se muestra más que todo en el individuo, en sus libres decisiones como en su deseo de crear por sí mismo su propia existencia y sus propios valores.

En el existencialismo, la existencia absolve la tarea de estar en el horizonte – la raíz, la condición – del devenir, el horizonte que por un lado hace que sea posible y por el otro le confiere aquellos carácteres de amenaza radical, de inseguridad, de inestabilidad, de problemática finitud, de transitoriedad, de contingencia, que envuelven la vida del hombre cuando se da cuenta que no puede ser garantizado por cualquier refugio, remedio o vivienda y que, en primer lugar, no puede existir algún episteme que, al amparo del cual, se pueda enfrentar y resolver el problema de la vida, el salir de la nada y el volver..
[icon name=”user-md” class=”” unprefixed_class=””] E. Severino, la filosofía contemporánea)

Así que el hombre es impotente frente a la realidad del devenir, en el que todo se crea y se destruye. El hombre se erge, junto a su existencia, por encima de la nada, pero en este permanecer suspendido en el vacío (si no quedaría suspendido sobre la nada sería él mismo la nada) la realidad objetiva dentro del cual desarrolla su vida es indiferente a su intervención (el mundo está hecho de sustancias mortales que mutan, devienen, nacen y perecen). Es al interior de esta impotencia respecto a la realidad, que, en la existencia, el hombre elige y determina su propio ser (E. Severino, la filosofía contemporánea). El hombre decide las direcciones que debe tomar su propia existencia sabiendo bien que la realidad es indiferente a sus decisiones, y que su destino es aquel de volver a la nada. La existencia es de hecho la condición humana de estar fuera de la nada, pero la realidad objetiva que desde siempre ha acompañado la existencia misma del hombre es indiferente a su acción sobre la cuestión más importante: la posibilidad de la nada, lo cual es en cambio, para el existencialismo, en la misma naturaleza de la existencia y del mundo.


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