La falta de sentido del sufrimiento, no el sufrimiento, era la maldición que hasta ahora estaba extendida sobre la humanidad – ¡y el ideal ascético le brindó a ésta un sentido! Fue hasta ahora el único sentido; cualquier sentido es mejor que ningún sentido; el ideal ascético era, en todos los aspectos, el «ƒaute de nueux» par excellence habido hasta ahora. […] Esta interpretación _qué duda cabe trajo consigo nuevo sufrimiento, más profundo, más íntimo, más venenoso, más corrosivo de la vida: situaba todo sufrimiento bajo la perspectiva de la culpa… Mas, a pesar de todo ello – el hombre quedaba así salvado, tenía un sentido, en adelante no era ya como una hoja al viento, como una pelota con la que juega el absurdo, el «sin-sentido», el hombre podía ahora querer algo – por el momento era indiferente hacia dónde, para qué o con qué quisiera: la voluntad misma estaba salvada. Uno no puede ocultarse sin más qué es lo que propiamente expresa todo aquel querer que ha recibido su dirección del ideal ascético: ese odio contra lo humano, más aún, contra lo animal, más aún, contra lo material, esa repugnancia hacia los sentidos, hacia la razón misma, el miedo a la felicidad y a la belleza, esa apetencia de apartarse de toda apariencia, cambio, devenir, muerte, deseo, apetencia misma – ¡todo eso significa, atrevámonos a comprenderlo, una voluntad de la nada, una aversión contra la vida, un revolverse contra los presupuestos más fundamentales de la vida, pero es, y sigue siendo, una voluntad!.. Y para decir de nuevo al final lo que dijera al principio: el hombre prefiere querer la nada a no querer…

Créditos
[icon name='user-md' title='Autore'] • Friedrich Nietzsche •
[icon name='envira' title='Sorgente'] • La genealogía de la moral •
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