Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada. La propiedad me ha hecho cruel.
Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para ⋯
El último rostro es el rostro con el que te recibe la muerte.
Las páginas que van a leerse pertenecen a un legajo de manuscritos vendidos en la subasta de un librero de Londres pocos años después de terminada la segunda guerra mundial. Formaron ⋯
Habría que denunciar esta acción genocida contra todo un pueblo al mundo libre que no se quedará con los brazos cruzados.
Hace mas de medio siglo el embargo a Cuba desestabilizó toda la zona del Caribe y el choque fué tremendo para todo un ⋯
Un fotógrafo jovencito se entremete en el barrio de Belgrano, llega a una casa sencilla de la calle Arcos y toca el timbre. Abre Osvaldo. El fotógrafo le dice: De Página/12, don Osvaldo. Osvaldo arruga un poco el ceño y le dice al ⋯
Después de hojear una cuantas páginas de Umberto Gallimberti – y por eso no me gusta mucho – me empiezan a surgir preguntas para lograr descrubrir la realidad del otro a través de uno mismo, que es siempre limitado y condenado a sus interpretaciones. ⋯
Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán ⋯
La cárcel es profunda y de piedra; su forma, la de un hemisferio casi perfecto, si bien el piso (que también es de piedra) es algo menor que un círculo máximo, hecho que agrava de algún modo los sentimientos de opresión y de vastedad. ⋯
Y aquí ando de nuevo muy, pero muy jodido entre ramales. Veo angustias acostumbradas en el polvo de esta calle mía, terca y torpe, golpeando las puntas del pasto verde torturado. No he nacido en las costillas blandas de la montaña que piso. Yo ⋯
Una noche una Visión vino a mí, trayendo con ella una antigua y herrumbrosa llave. Me llevó a través de campos y senderos de dulce aroma, donde los setos ya susurraban en la oscuridad primaveral, hasta que llegamos a una inmensa y sombría casa, ⋯
El forastero llegó sin aliento a la estación desierta. Su gran valija, que nadie quiso cargar, le había fatigado en extremo. Se enjugó el rostro con un pañuelo, y con la mano en visera miró los rieles que se perdían en el horizonte. Desalentado ⋯
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