El combate contra la finalidad en el arte es siempre un combate contra la tendencia moralizante en el arte, contra la subordinación de este a la moral. L’art pour l’art significa «¡Al diablo con la moral!». […] De este modo, el arte ⋯
El espíritu filosófico en un principio ha tenido siempre que disfrazarse y permanecer larvado en los tipos anteriormente fijados del hombre contemplativo, a guisa de sacerdote, hechicero, adivino, en general de hombre religioso, para en alguna medida siquiera ser posible: el ideal ascético durante ⋯
Soy un discípulo del filósofo Diónisos, preferiría ser un sátiro antes que un santo. […] Lo último que yo prometería sería mejorar a la humanidad. No hay nuevos ídolos erigidos por mí; que los antiguos aprendan el costo de tenerse sobre pies de barro. ⋯
Aquí, empero, vivimos las consecuencias de esa doctrina recientemente predicada desde todos los tejados de que el Estado es la meta suprema de la humanidad, y que para un hombre no hay deberes más altos que servir al Estado: en donde no reconozco yo ⋯
Ahora bien, hay vidas en las que las dificultades se acrecientan hasta lo tremendo, las vidas de los filósofos; y es preciso escuchar atentamente cuando se cuenta algo de esto, pues aquí uno se entera de algo que atañe a posibilidades de la vida, ⋯
Insisto en que se deje por fin de confundir a los obreros filosóficos y, en general, a los hombres científicos con los filósofos – en que justo aquí se dé rigurosamente «a cada uno lo suyo», y no demasiado a unos, ni demasiado poco ⋯
Habremos ganado mucho para la ciencia estética cuando hayamos llegado no sólo a la inteligencia lógica, sino a la seguridad inmediata de la intuición de que el progresivo desenvolvimiento del arte está ligado a la duplicidad delo apolíneo y lo dionisíaco: de manera similar ⋯
Una clave del ser de Sócrates nos es ofrecida por aquel prodigioso fenómeno designado como «daimónion de Sócrates». En situaciones especiales, cuando su tremendo intelecto vacilaba, encontraba un firme sostén gracias a una voz divina que en tales momentos se expresaba. Esta ⋯
¡Ah, ah!
¿Y me martirizas, necio,
mortificas mi orgullo?
Dame amor -¿quién me calienta todavía?
¿quién me ama todavía?
Dame cálidas manos,
dame un brasero para el corazón,
dame, a mí, la más solitaria,
a quien el hielo, ¡ay!, séptuplo hielo
por enemigos incluso, ⋯
Entonces un habla me habló sin voz: «¿Lo sabes, Zaratustra?»
Y yo grité de terror ante ese susurro, y la sangre abandonó mi rostro: pero callé.
Entonces volvió a hablarme sin voz: «¡Lo sabes, Zaratustra, pero no lo pronuncias!»
– Y yo respondí por ⋯
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